sábado, 23 de julio de 2011

El baile más difícil del mundo

   No sé si alguna vez has escuchado la historia del baile más difícil del mundo, y aún en el caso de que ya la conozcas, puede que te la hayan contado de una forma diferente a como yo la suelo explicar. 


   Tengo la costumbre de utilizar como emplazamiento un pueblo ficticio llamado Calíope, en el que la música y el baile tenían una gran importancia tanto lúdica como cultural; tanto es así que prácticamente cada semana celebraba festivales y concursos musicales, en los que buscaba encontrar nuevos ritmos y melodías, y a los que acudía gente de todo el mundo.


   De Calíope salían los bailarines más prestigiosos de todo el país, capaces de ejecutar piezas que los mejores alumnos de las demás academias eran incapaces de realizar con soltura. Famoso fué el caso, por ejemplo, de Fran (más conocido como "el Gusanillo"), un chaval de la capital a quien se le anudó el alma intentando copiar un giro imposible que había visto hacer a un Caliopeño. O el del hijo de una exigente profesora de danza de otro pequeño pueblo, que tras ser forzado a un estiramiento casi imposible se volvió gemelos.


   El caso es que con motivo de uno de esos festivales de Calíope, un jóven compositor de una villa vecina había creado la canción (dicen) más pegadiza que nadie había escuchado por aquellas tierras. La melodía te agarraba las piernas y las caderas y te meneaba como un titere epiléptico, aún contra tu voluntad; cuando el jóven ensayaba, el zapatero del barrio (que era sordo de nacimiento y paliducho de piel) movía rítmicamente la cabeza arriba y abajo, aunque no sabía por qué (1). También las palomas seguían el ritmo, aunque incomprensiblemente nadie le dio importancia. 


   Cuando la pieza estuvo perfectamente memorizada, el compositor acometió la difícil tarea de crear un baile que estuviese a la altura, y que a la vez deleitase y se lo pusiera difícil a los de Calíope. Reunió a los mejores bailarines que conocía y se encerraron en su casa durante al menos cinco días, al cabo de los cuales con no poca algarabía salieron proclamando que ya se lo sabían. Aún así cuando días después (ya en Calíope) salieron al escenario, estaban nerviosos como flanes de cafeína.


   Llegó el día del festival, y cada uno ocupó su lugar sobre el escenario. La música empezó a sonar, y los habitantes de Calíope sintieron cómo la música les poseía. Sin embargo no debían moverse, ya que la tradición decía que tenían que imitar el baile del pueblo visitante, y sobre el escenario todos los bailarines forasteros estaban inmóviles, en perfecta formación.
Poco a poco los caliopeños fueron sucumbiendo y rompiendo a bailar, siendo automáticamente descalificados (2), mientras los visitantes aguantaban el tipo sin moverse ni un ápice.


   Aquel día, ninguno de los caliopeños pudo hacer bien el baile a la primera. Aún hoy, los que estaban allí te dirán que es el baile más difícil que han visto jamás.



A la izquierda, vestidos de blanco, los invitados ensayando.

1 - De hecho, como ni siquiera se enteraba de que el chaval estaba ensayando, tampoco tuvo la oportunidad de atar cabos, así que se limitó a asentir mientras ataba cordones, que era lo suyo.  


2 - También se descalificó a un par de bailarines del pueblo visitante, pero eso no lo suelo contar porque son los "listos" del relato. Puede parecer interesado en favor de la historia, pero se hace mucho. En serio.

2 comentarios:

  1. Gracias, Budoson; el caso es que sí, aquellos invitados tenían algo especial... Un placer verte por aquí, saludos!

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